Hace 5 días que llegó Bruno. Alguien lo abandonó en un aparcamiento y una amiga de la familia lo encontró escondido bajo un coche. Tiene unas 4 semanas, es tan bebé que aún se hace un completo lío con sus propias patas, dejarle a su suerte bajo cientos de ruedas y tubos de escape me produce una repugnancia que no te puedo explicar. Mi idea es acogerlo temporalmente, como llevo haciendo más de 10 años, y buscar para él un hogar responsable para siempre.
Mientras te escribo duerme a mi lado buscando el contacto que debería tener con su madre y hermanos, ¿eres capaz de imaginar lo que debe ser que te arranquen de tu familia y verte completamente solo, con otra especie, en un lugar desconocido donde ni los olores, luces, texturas, ni las formas de comunicación ni los alimentos son familiares? Ponemos a los animales en situaciones dificilísimas y tremendamente injustas.
El caso es que desde que llegó, lo que más escucho es “quédatelo”. Créeme que entiendo el lugar desde el que tanta gente majísima me lo dice, pero creo que la cuestión merece que le demos una vuelta.
Porque a veces no adoptar es la mejor decisión. La más amorosa y responsable.
Ahora mismo te confieso que tengo Brunitis aguda. Le quiero, me cuesta separarme de él o hablar de otra cosa. Y sí, soy animalista y me siento comprometida con el cuidado responsable de los animales, pero eso no me convierte en una buena adoptante para cualquier animal. De hecho ni yo misma puedo saber aún si soy una adoptante adecuada para Bruno porque no le conozco. Es demasiado pequeño para siquiera intuir qué tipo de perro será, qué necesidades o tendencias tendrá o qué estilo de vida sería más adecuado para él.
¿Me planteo adoptar a Bruno? Sinceramente sí, me lo planteo. Pero es una decisión que no puedo tomar responsablemente ahora. Necesitamos conocernos más, dejarle crecer tranquilo y expresar su individualidad, escuchar a Erika, a Laika y a los gatos, reflexionar si mi vida en los próximos años me permitirá darle lo que necesita a nivel emocional, físico, psicológico, veterinario, etc.
Comprenderás que estoy conmocionada porque hace poco más de un mes que murió Noa, la perra de mi vida, de forma repentina y sin apenas tiempo para despedirme. Y que en enero de este mismo año murió también mi querida gata Arrow, tras una larga enfermedad. En menos de tres meses he perdido una aurícula y un ventrículo. Emocionalmente estoy en duelo, toda mi familia está en duelo y reajustándose ante las ausencias, porque no solo sufro yo; también los animales con los que vivo tienen sus propios procesos.
Desde luego la llegada de Bruno es un baño de ternura y conexión deseadísimo. Pero este hermoso vínculo inicial no es suficiente para tomar una decisión tan importante como adoptarlo y hacerme responsable de su vida durante los próximos doce o quince años. Porque el amor no lo puede todo y creo que es un error grave romantizar nuestro vínculo con los animales. No vale con quererlos mucho, hay que quererlos bien.
Por todas partes veo animales muy queridos siendo tremendamente infelices con familias que no los comprenden, no entienden sus necesidades o llevan un estilo de vida incompatible con la personalidad o etología del animal a su cargo. Luego lo llaman ‘problemas de conducta’ (¡del perro!). Quiero decir que el amor es necesario, pero el respeto es fundamental. Y respetar para mí empieza por preguntarse con honestidad si somos una opción suficientemente buena para el animal que tenemos delante, porque no solo depende de nuestra voluntad o deseo, tampoco de nuestra capacidad para dar afecto. Respetar es ver a los animales como los seres completos y complejos que son, con vidas propias protagonizadas por ellos mismos donde nosotros y nuestro cariño tenemos un lugar, pero no somos lo único que necesitan. Puede ser incómodo aceptarlo, pero la buena intención no basta con los animales.
El número de animales abandonados y devueltos a protectoras tras su adopción es alarmante y habla entre otras cosas de comprensión, conocimiento y compromiso muy deficientes antes de tomar tan importante decisión.
Claro que vivir en un país donde se abandonan cientos de miles de perros, gatos y pequeños animales cada año no ayuda. La adopción es urgente, los albergues están saturados, hay muchos más animales sin hogar encerrados en cheniles que familias dispuestas a adoptar. Y este drama nos pone aún más difícil tomar decisiones responsables, inteligentes y de calidad, porque sabemos que hay animales muriéndose de ancianos sin haber conocido nunca el calor de una familia.
Sin embargo, me pregunto si ha llegado el momento de revisar nuestro concepto de adopción para meterle un extra de respeto. Igual está bien echarle humildad al asunto y mirar a cada animal de familia como un individuo en toda su dignidad que, a fin de cuentas, vivirá el resto de su vida cautivo a nuestro lado sin poder elegir ni decidir prácticamente nada. Es para pensarlo muy bien desde este punto de vista, porque el ego humano nos mete en unos líos tremendos. Aquí es donde te pido disculpas por el corte de rollo y te recomiendo asomarte al mundo de la educación canina respetuosa. Es un camino sin retorno que yo acabo de comenzar y que está transformando mi forma de ver la relación con los animales. Si vives con perros te animo convencida a que lo hagas: lee, busca en internet, haz algún curso para principiantes, sigue en redes cuentas especializadas en educación amable o respetuosa. Los perros de tu familia te lo agradecerán.
Así que por el momento voy a hacer algo infrecuente que es no tener prisa. Quiero acompañar a Bruno en estas primeras semanas de su desarrollo y conocerle todo lo posible para ser capaz de comprender y calcular sus necesidades y así encontrar la familia más adecuada para él. Si en ese camino descubro que estoy preparada para darle una vida plena y satisfactoria, te escribiré otra carta enseguida para contártelo :)
Sirva esta carta como una invitación para adoptar mejor. Porque es su vida y su porvenir: merecen estar en el centro.
"No vale con quererlos mucho, hay que quererlos bien." El perro/animal con sus necesidades cómo prioridad. Qué gran cambio de perspectiva y punto de atención. Siempre miramos "si en casa va a estar bien", pero hablamos de espacio y tiempo para ellos. No deja de ser un bienestarismo perruno por así decirlo. Gracias otra vez por este blog. 👏🏼🙌🏼💚
Enhorabuena por esta reflexión, no puedo estar más de acuerdo con todo lo que planteas.
He sido casa de acogida en 4 ocasiones, sólo una de ellas (la 3ª acogida) se convirtió en una adopción definitiva. En el caso de la 4ª acogida (una galga adulta de 2 años y miedo que era un amor de perra) también escuché en muchas ocasiones “quédatela tú” y por un lado me habría encantado pero la familia que encontramos para ella era mucho mejor opción que mi familia. Sé que tomamos la decisión adecuada para ella, sus necesidades están mejor cubiertas y las de mi perra, la 3ª acogida que terminé adoptando también, ya que la convivencia entre ellas no era la más adecuada por tener muy distintos caracteres.
Qué importante es poner el foco en ellos en lugar de en nosotros 🥰