Matar no es un juego de niños. Y enseñar a matar animales es pura pedagogía de la crueldad.
La “pedagogía de la crueldad” es un concepto desarrollado por la antropóloga y activista feminista Rita Segato, para describir cómo ciertos sistemas sociales y educativos transmiten y normalizan comportamientos violentos y deshumanizantes. Según Segato, la exposición de las personas a situaciones de violencia extrema aumenta nuestra tolerancia hacia la crueldad, lo que facilita que estos actos ocurran con mayor frecuencia y sean más fácilmente aceptados en la sociedad.
Eso es exactamente lo que está haciendo el Gobierno Vasco mano a mano con los cazadores. Se trata de una reforma de la Ley de Caza que permitirá a niños, niñas y adolescentes participar en las monterías. Pero no te pierdas cómo lo han hecho: han creado la figura del “acompañante de caza”, que no solo suena cutre sino que lo es, y sirve como marco legal para permitir la participación de menores de 18 años en las jornadas de caza.
Es el clásico “quien hace la ley, hace la trampa”. En este caso, para echar un cable al lobby de la caza, una actividad en declive que busca, desesperadamente y arrastrándose, un poquito de relevo generacional.
Pero poner a los niños en peligro, sus vidas, su integridad física y su salud mental, es una línea roja que ningún parlamento debería cruzar. Evitarlo es sencillo, bastaría añadir una simple frase a la definición del “acompañante de caza”, algo como: solo podrá ser una persona mayor de 18 años de edad. Y chimpún. Pero de momento ni PNV ni PSE-EE parecen interesados en arreglar lo que podría ser una de las peores herencias para las criaturas de la región.
El asunto es grave porque además de adoctrinar a los menores en la violencia contra los animales, su participación en actividades de caza es un peligro evidente.
La proximidad a disparos y armas es un riesgo en sí mismo. Cada año, los accidentes de caza se multiplican, dejando heridos, incluso fallecidos, entre los que se cuentan personas ajenas a la actividad o que estaban tranquilamente en su casa y les ha entrado un tiro por la ventana. Como ocurrió recientemente con la tragedia que tuvo lugar, precisamente, en Euskadi.
Desde CoPPA, la Coordinadora de Profesionales por la Prevención de Abusos, se han presentado enmiendas al texto y alertan de los diversos riesgos que supone la exposición de la infancia a este tipo de actividades.
Y han lanzado una petición que te animo a firmar para expresar el mayor rechazo posible y que podamos frenarlo.
Así, como explican profesionales de CoPPA, los menores expuestos a escenas de violencia hacia los animales pueden experimentar angustia, tristeza, síntomas de ansiedad e incluso estrés postraumático.
Niños y niñas pueden adquirir también conductas agresivas a través de la observación e imitación de referentes de su entorno. Cuando el niño toma como modelos a los adultos involucrados en la agresión, el comportamiento agresivo puede generalizarse y extenderse a otros contextos.
Numerosas investigaciones han vinculado la exposición a la violencia contra animales en la niñez y la adolescencia con un mayor riesgo de conductas agresivas y antisociales, incluyendo el acoso escolar, la delincuencia y la violencia interpersonal, tanto en la adolescencia como en la edad adulta.
Sin embargo, vemos cómo el lobby de la caza con la inestimable ayuda de gobiernos de todo signo político, mete mano sin parar para colarse en escuelas, actividades infantiles, excursiones y libros de texto. Ahora también agujereando leyes para llegar a la infancia sin restricciones.
Que dejen de engañarnos en nombre del equilibrio de los ecosistemas, que dejen de destrozar la naturaleza para después ofrecerse a salvarla. Que dejen de llenar de sangre y plomo los montes. La caza no es más que ocio y un negocio para unos pocos. Pocos pero bien enchufados, ya que no llegan al 1% de la población pero controlan más del 80% del territorio, el escandaloso porcentaje que se encuentra dentro de cotos de caza en el estado español. Así, ellos y su actividad tienen prioridad en cada temporada de caza sobre cualquier persona que quiera pasear, montar en bici, recoger setas, fotografiar aves o simplemente disfrutar del monte sin miedo a llevarse un disparo. Otro privilegio de ser cazador en España. ¿Y qué pasa con los millones de personas que somos no cazadoras?
Los desajustes poblacionales en la naturaleza y los problemas de convivencia de la agricultura con los animales silvestres los provoca una única especie: la nuestra. Qué menos que exigirnos soluciones éticas a los complejos desastres que causamos en nuestro afán infinito por ocuparlo y dominarlo todo. Estas soluciones existen, se acumulan los informes técnicos y los estudios en cajones de los despachos de cada administración pública. Pero en vez de apostar e invertir en alternativas éticas, siguen dejando la gestión en manos de los cazadores. Pegar tiros es rápido, barato y los mantiene entretenidos.
Pero matar animales es violencia, la caza es violencia. Y el interés superior del menor debe prevalecer. No hay lobby que valga.
Por favor, comparte con tus contactos para que se entere todo el mundo y unamos fuerzas para frenarlo a tiempo.
Te mando un abrazo y mi más alto y claro: ¡NO A LA CAZA!
Por los animales,
Amanda.
PD: Por favor, no te vayas sin echarle una firma a la petición.
El lobby de las armas se queda sin relevo generacional y eso implica menos dinero en sus bolsillos y, no lo pueden tolerar.
Al lobby de las armas no le interesa una ciudadanía pacífica, solidaria y empática, y si para ello hay que anular emociones, se hace; si hay que fomentar la violencia, se hace; si hay que proponer el matar como algo divertido, se hace. Se hace lo que haga falta. Y ya si eso, otro día hablamos de las implicaciones entre machismo y caza.