Yo no puedo verlo
Los peligros de confundir el “autocuidado” con lo peor del individualismo neoliberal
El miércoles pasado me invitaron al preestreno de una película documental que tenía muchas ganas de ver. Se trata de “Infiltrada en el búnker” y es la historia de la infiltración más larga jamás conocida en un laboratorio de experimentación animal.
Lo hizo Carlota Saorsa, infiltrándose en Vivotecnia (Tres Cantos, Madrid) durante 18 larguísimos meses para documentar desde dentro los horrores que sufren los animales. Además de las frecuentes irregularidades y posibles delitos que siguen a espera de juicio, razón por la que hoy Carlota es testigo protegido y no puede hacer su vida con normalidad.
Pablo de la Chica es el director que ha llevado esta historia al gran público, nada menos que de la mano de Prime Video. Algo completamente inédito e importantísimo, ya que las historias reales sobre cómo usamos y explotamos a los animales rara vez tienen espacio en las grandes plataformas.
Por primera vez a nivel internacional, un documental sobre experimentación animal en la industria farmacológica está disponible en una plataforma con capacidad para llegar a millones de personas.
Así que mientras bajaba en tren a Madrid para la presentación, subí unas historias a Instagram comentándolo. Y empezaron los mensajes: “no sé si podré verlo”, “yo estas cosas es que no puedo verlas”, “ufff, yo no voy a poder”. Me llamó la atención porque fueron muchos y, cuando salí del cine, tenía ya varias decenas de privados así.
Tengo que decir que la película está especialmente cuidada para evitar las imágenes de violencia explícita, precisamente porque la voluntad del proyecto es llegar a todos los públicos. Lógicamente no es inocua y te remueve por dentro, porque la injusticia que retrata es gigantesca, pero no por las imágenes en sí.
Por eso cuando llegué a casa hice un vídeo para animar a todo el mundo a verlo y explicar esto mismo, que se puede ver sin miedo a las imágenes y que es crucial mostrar nuestro apoyo a un contenido así por todos los medios a nuestro alcance. Dando visualizaciones, apoyando con comentarios positivos en redes, haciendo reseñas, compartiéndolo con nuestra gente y por cualquier medio que amplifique su alcance.
Cuál fue mi sorpresa ayer cuando, al entrar en los posts promocionales de la peli en la mismísima página de Prime Video, me encontré cientos y cientos de comentarios diciendo: “yo no voy a verlo”.
“Yo no lo veré”, “es demasiado para mí”, “yo no pienso verlo”…Así uno tras otro. Me pareció demencial y, posiblemente, una de las formas más torpes y egoístas de expresar que nos afecta e importa el sufrimiento de los animales.
Vaya esto por delante, subrayado y en negrita: me parece perfectamente bien no ver contenido que nos resulte estresante o doloroso. No hay por qué verlo todo, estamos completamente saturados de violencia e injusticias. Cada quien es responsable de saber qué puede ver y hasta dónde puede llegar.
Lo que no puede ser es que vayamos a la página de la plataforma a poner comentarios negativos (que perjudican el alcance y el algoritmo) y a contarle nuestra vida a Prime Video para que les quede bien claro que este contenido es impopular y nadie quiere verlo.
¿Por qué tanto afán por ser la novia en la boda, el niño en el bautizo, el muerto en el entierro y ahora también el animal en el laboratorio?
Los protagonistas de esta historia son los animales, quienes sufren en sus propias carnes los experimentos más dolorosos que podamos imaginar, una vida enjaulados, muertes agónicas y tratos vejatorios día tras día. Es duro verlo, qué duda cabe. Pero lo realmente duro es ser un beagle, una rata o un mono en Vivotecnia. Lo realmente difícil es ser un cerdo, una vaca o una gallina esperando su turno en el matadero. No somos las víctimas, por mucho que nos duela ser testigos. Es necesario pararse dos minutos a pensar cómo hacer algo útil con nuestro dolor y con nuestro privilegio, sin quitar el protagonismo a los animales hasta en su propia historia.
Es decir, si no quieres verlo no lo veas, nadie va a tachar tu nombre en la lista de las buenas personas por evitar un contenido. Pero no pongas la zancadilla en cosas importantes para los animales solo por hablar un rato de ti mismo y demostrar tu especial sensibilidad.
No hay nada menos sensible y empático que creerse especialmente sensible y empático. Porque en ello va implícita la negación de la sensibilidad del otro.
Cada vez que alguien me dice “es que yo soy muy sensible y no puedo ver estas cosas”, ¿está diciendo que yo no soy tan sensible y sí puedo ver estas cosas? ¿Que a mí me da igual y no me desgarra hasta la última fibra del corazón?
Creo que es más honesto decir que preferimos no verlo en este momento, pero preguntarse qué formas hay de apoyar para participar de una forma útil y constructiva. La respuesta nunca será hacerle contrapublicidad y boicot a los contenidos de concienciación, eso seguro.
Es parecido a algo que escuchamos mucho las casas de acogida: “ay, yo es que no podría, me encariñaría y lo pasaría fatal cuando se fueran”. Claro Maricarmen, es que tú eres muy especial, a mí me da igual separarme del gato que llevo 3 meses curando, poniéndome alarmas por la noche para pincharle suero, limpiándole el culo y los mocos, y ahora que está perfecto me encanta no volver a verle nunca y empezar de nuevo con el siguiente.
La cuestión es hacia dónde apuntan los focos cuando hablamos y cuando nos relacionamos con el mundo. Si solo apuntan a nosotros mismos, diremos este tipo de cosas, aprovechando cualquier ocasión para echarnos en brazos de la autocompasión y la autocomplacencia. Si apuntan a quienes son las víctimas y elegimos estar en el mundo haciéndonos cargo, entonces de forma muy sencilla podría salirnos algo como: “Qué importante este trabajo, yo prefiero no hacerlo, pero dime cómo podría ayudar de otra manera.”
Solo imagínate tener delante a Carlota Saorsa, después de presenciar día tras día durante 18 meses lo que ocurría en un laboratorio como Vivotecnia para grabarlo con cámara oculta, que ahora mismo no puede hacer su vida normal porque es testigo protegido, y decirle que no vas a apoyar su trabajo porque eres demasiado sensible para estas cosas.
Yo me quedo calva tirándome de los pelos, sinceramente.
Algunas alternativas a este tipo de reacciones para quienes legítimamente elijan no verlo, utilizando este documental como ejemplo, podrían ser:
No verlo y simplemente callarse.
No verlo e ir a la página de Prime a dejar una valoración positiva
No verlo, ir a dejar una valoración positiva y apoyar en su difusión mandándoselo a familiares, amistades o en redes sociales.
No verlo y reproducirlo mientras haces otras cosas para que tu visualización cuente.
No verlo y apoyar a las activistas y organizaciones que están luchando contra la experimentación animal. Puedes hacer un donativo, apuntarte a una protesta o dar visibilidad a su trabajo.
Esta situación con “Infiltrada en el búnker” es un ejemplo más de algunos males urgentes que padecemos como sociedad. Y que en mi opinión merecen una reflexión individual y colectiva.
Ayer generó bastante polémica en mis redes esto que dije y que hoy reitero firmemente:
La línea entre el “autocuidado” y convertirse en un gilipollas individualista y egocéntrico es tremendamente fina.
No quiero decir que cualquiera que decida no exponerse a ciertas cosas sea un gilipollas individualista y egocéntrico, sino que tenemos que poner atención para no caer en la trampa de alejarnos del compromiso con las injusticias del mundo en nombre de la autoprotección y la sensibilidad.
El neoliberalismo ha encontrado una mina manipulando la idea de autocuidado para jugarla a su favor y convertirla en otro producto de consumo. Piensa en ti, priorízate, date un capricho, no dejes que nada te incomode, mímate con esta crema/viaje/tratamiento/cualquier cosa gustosa y que cueste dinero.
Pero la mayoría de los dolores que padecemos socialmente no se curan individualmente ni consumiendo y, desde luego, no solo con terapia (fundamental, quede dicho que necesitamos más terapia en la sanidad pública) y con frases o libros de autoayuda. A veces lo que necesitamos también es un sindicato. Una asociación de vecinas. Una organización de derechos de los animales. Una cooperativa. Un grupo de gente que comparta nuestros valores. Canalizar colectivamente nuestra rabia y nuestra tristeza. Juntarnos con otras personas para transformar el mundo en vez de aislarnos y apartar la mirada de lo que duele.
Vivimos en la era del narcisismo militante, del yo más, yo primero, del “dices tú de mí”. Del individualismo, de la lógica capitalista del sálvese quien pueda y del afán de protagonismo extremo. A veces pienso que nos estamos convirtiendo poco a poco en hijos leales de los algoritmos, viviendo a su servicio dentro y fuera de las redes.
Por favor, cuídate de todo esto. Que los dolores del mundo no te alejen de pensar y actuar críticamente. Que el peso de las injusticias no te haga soltar tu parte de compromiso con el mundo en el que vivimos.
Encuentra la forma de cuidarte e informarte en este mundo lleno de injusticias sin dejar de buscar formas de transformarlo. Por favor, no bajes los brazos, no pierdas la conciencia colectiva y el sentido de la responsabilidad sobre las consecuencias de nuestras acciones. Todo lo que haces y lo que dices deja una huella. Elige con sabiduría, mirada amplia y generosidad.
Porque ese es tu poder. Nuestro poder. Lo más grande, lo más preciado.
Lo mejor que tenemos.
Un abrazo,
Por los animales.
Amanda.
Yo quiero firmar este texto de Amanda Romero.
Fdo. Ruth Toledano
Cuánta razón, tienes Amanda. Efectivamente cada uno elige verlo o no (o taparte los ojos en algunas escenas) pero lo más importante es dar visibilidad a las atrocidades que comete el ser humano contra otros animales y cualquier comentario que no aport mejor no ponerlo, nuestro ego y visibilidad no aporta nada a la lucha contra la opresión.